jueves, 13 de septiembre de 2012

Sarah Bakewell: Cómo vivir. Una vida con Montaigne



No te procupes por la muerte.
Presta atención.
Nace.
Lee mucho, olvida gran parte de lo que has leído y sé lento de entendederas.
Sobrevive al amor y a la pérdida.
Usa pequeños trucos.
Cuestiónalo todo.
Ten una habitación privada en la trastienda.
Sé sociable, convive con los demás.
Despierta del sueño de la costumbre.
Vive con moderación.
Conserva tu humanidad.
Haz algo que nadie haya hecho antes.
Ve mundo.
Haz bien tu trabajo, pero no demasiado bien.
Filosofa solo por accidente.
Reflexiona sobre todo, no lamentes nada.
Abandona el control.
Sé ordinario e imperfecto.
Deja que la vida sea su propia respuesta.



     El siglo XXI tiene mucho que ganar del sentido de la vida de Montaigne, y en sus momentos más turbulentos necesita con desesperación una política montaigneana. Nos resultaría muy útil su sentido de la moderación, su amor a la sociabilidad y la cortesía, su suspensión del juicio y la sutil comprensión de los mecanismos psicológicos implicados en el enfrentamiento y el conflicto. Necesitamos su convicción de que ninguna visión celestial, ni apocalipsis imaginario, ni fantasía perfeccionista puede pesar más que el diminuto de los yos en el mundo real. Es impensable para Montaigne que se pueda “gratificar al cielo y a la naturaleza cometiendo masacres y homicidios, una creencia abrazada universalmente por todas las religiones”. Creer que la vida puede exigir tales cosas es olvidar lo que es realmente la existencia día a día. Es olvidar que, cuando se ve a un cachorrito arrojado a un cubo de agua, o incluso a una gata que quiere jugar, se está viendo a una criatura que te ve, a su vez. No está implicado en ello ningún principio abstracto; sólo son dos individuos, cara a cara, esperando lo mejor uno de otro. (pág. 398)

http:/www.lib.uchicago.edu/efts/ARTFL/projects/montaigne/