No te procupes por la muerte.
Presta atención.
Nace.
Lee mucho, olvida gran parte de lo que has leído y sé lento de entendederas.
Sobrevive al amor y a la pérdida.
Usa pequeños trucos.
Cuestiónalo todo.
Ten una habitación privada en la trastienda.
Sé sociable, convive con los demás.
Despierta del sueño de la costumbre.
Vive con moderación.
Conserva tu humanidad.
Haz algo que nadie haya hecho antes.
Ve mundo.
Haz bien tu trabajo, pero no demasiado bien.
Filosofa solo por accidente.
Reflexiona sobre todo, no lamentes nada.
Abandona el control.
Sé ordinario e imperfecto.
Deja que la vida sea su propia respuesta.
El siglo XXI tiene mucho que
ganar del sentido de la vida de Montaigne, y en sus momentos más turbulentos
necesita con desesperación una política montaigneana. Nos resultaría muy útil
su sentido de la moderación, su amor a la sociabilidad y la cortesía, su
suspensión del juicio y la sutil comprensión de los mecanismos psicológicos
implicados en el enfrentamiento y el conflicto. Necesitamos su convicción de que
ninguna visión celestial, ni apocalipsis imaginario, ni fantasía perfeccionista
puede pesar más que el diminuto de los yos en el mundo real. Es impensable para
Montaigne que se pueda “gratificar al cielo y a la naturaleza cometiendo
masacres y homicidios, una creencia abrazada universalmente por todas las
religiones”. Creer que la vida puede exigir tales cosas es olvidar lo que es
realmente la existencia día a día. Es olvidar que, cuando se ve a un cachorrito
arrojado a un cubo de agua, o incluso a una gata que quiere jugar, se está
viendo a una criatura que te ve, a su vez. No está implicado en ello ningún
principio abstracto; sólo son dos individuos, cara a cara, esperando lo mejor
uno de otro. (pág. 398)
http:/www.lib.uchicago.edu/efts/ARTFL/projects/montaigne/