martes, 28 de agosto de 2012

EVELIO ROSERO: La carroza de Bolívar


“… eran famosas las fiestas de Año Nuevo en casa de Furibundo Pita: igual que en todo Pasto, a las doce exactas de la noche se quemaban años viejos: grandes muñecos que parecían idénticos a quienes los quemaban, muñecos en tela, en fique, al natural, tuertos y desdentados, bebiendo chicha, fumando pipa, sentados en mecedoras, las piernas cruzadas, el sexo un plátano podrido; se los veía colgando de árboles marchitos: ahorcados enamorados con un poema clavado en el corazón, o recostados a la puerta como visitantes aciagos, cada uno con su respectivo testamento al cuello, o dormidos en catres desvencijados, todos engordados con sorpresas explosivas: luces de bengala, pitos tronadores, volcanes, diablos, voladores. En los Años Nuevos que Furibundo Pita celebraba había tiros al aires, caballos inopinados en la sala, y chumbos: negros pavos de crestas rojas: los atiborraban de aguardiente de anís para endulzarles la carne, los inflaban; los pavos bailaban ebrios entre los invitados que bailaban y después eran descabezados en la misma sala: todavía sin sus cabezas continuaban el baile antes de pasar a la cocina, entre gritos y aplausos y música viva de orquestas.”

 "De allí emergió medio vestida de amarillo la negra Naranja, los brazos abiertos como si se dispusiera a estrechar el mundo, "Aquí sólo se puede ser feliz", gritó, "no hay de otra". Un gran aplauso la acompañó. Qué dientes grandes de coco, te comerán vivo, pensó, no tiene edad, se ve más joven que yo, me atendió de muchach
o y parece una hermanita menor, es imposible, pero qué negra incendiada.
"Como pueden ver" dijo la Naranja con un susurro, igual que si leyera su pensamiento y le respondiera, "yo no envejecí: fue al revés", y, con un grito formidable: "a mí se me volvió viejo el mundo, señores". Otro aplauso siguió. "Que cada quien busque su cada cual" gritó."